sábado, 19 de julio de 2008

CARTA AL VICEPRESIDENTE COBOS

Por RAÚL SCHNABEL


Señor Vicepresidente de la Nación
Ing. Julio Cleto Cobos


El 16 y 17 de julio de 2008, probablemente, quede en la memoria de los
argentinos como una de las jornadas más importantes de experiencia
democrática. Mejor dicho de las democracias. No dudo que usted, señor
Presidente del Senado, tuvo que asumir una responsabilidad enorme para
optar en la encrucijada del camino. El dilema: de un lado, aprobar la
Resolución 125 que imponía retenciones móviles a las exportaciones de soja
y girasol y ratificaba las facultades delegadas del Legislativo al
Ejecutivo de imponer esos tributos; en la otra mano, su rechazo. Hasta
aquí todo parece una simple opción, una sencilla elección sin asimetrías
de valor.
Sin embargo, detrás de esa "nimiedad" de la macro economía, sabíamos que
en su voto subyacía una opción profundamente ética, profundamente moral
que tiene que ver con la vida digna de miles de argentinos, muy
especialmente de los menos visibles, menos "valiosos", menos "iguales ante
la ley": los pobres, los excluídos, los desprotegidos, los viejos, los
jóvenes humildes, los que sólo salen en los medios cuando participan de
una tragedia, los que nunca comen lomo al precio que sea, en suma, los que
importan poco, los que siempre han importado poco o nada a los poderosos
de nuestra Patria y no conduelen a una amplia franja de sectores medios
ilusionados con el oasis de la abundancia de los ricos. Esas capas medias
que suelen olvidar que siempre han terminado sometidos a la avaricia de
las clases dominantes.
Permítame que le cuente cómo vivimos esas largas horas en la calle, en la
Plaza, los que asistimos con nuestros hijos, nuestros compañeros, nuestros
amigos, aun los que no pertenecemos a partido político alguno que no sea
el de la esperanza, los que sentimos un profundo compromiso con nuestra
historia, con nuestro pueblo, con los 30.000 compatriotas que dieron su
vida para que hoy no debamos temer a cada paso por nuestro destino
individual y colectivo.
No voy a fatigarlo con razones que usted sabe de sobra. Pero vale recordar
que no estaba en juego la reforma agraria, la confiscación de latifundios,
la prohibición de uso de glifosato para el cultivo de la soja transgénica
que envenena aguas y suelos, y mata a nuestra gente humilde del campo. No
estaba en juego la devolución, aunque sea tardía, de las inmensas
superficies de tierra de la que fueron arrebatados los campesinos
ancestrales en Formosa, Santiago del Estero, Chaco, Jujuy, Córdoba,
Misiones o los pueblos originarios de nuestra Patagonia. No estaba en
juego la declaración por el Congreso del carácter social de las tierras
cultivables del país y, por ende, la recuperación plena de los excendentes
extraordinarios de renta como sucede con el petróleo, hasta de un 100 %
por encima de un valor razonable. No estaba en juego la reduccción
significativa del IVA y su reemplazo, como generación de recursos
fiscales, por un impuesto a las transacciones financieras, al patrimonio
neto, a las ganancias desmesuradas. Sencillamente el H. Senado de la
Nación procuraba legislar una módica contribución de los que ganan enormes
fortunas explotando suelos con la generosa devolución de parte del tributo
a aquellos que exportan hasta cierta cantidad de toneladas o deben
afrontar mayores costos por fletes, reembolsos excesivos si nos
adentráramos en la fina letra del proyecto que venía con media sanción de
la Cámara de Diputados. Los supuestos "afectados" que nunca dejaron de
incrementar sus ganancias, aun con la Resolución 125, pidieron debate y
tuvieron debate que respetamos, aunque los "señores" de la tierra no
respetaron con sus gritos, descalificaciones y amenazas, como cuando me
cupo el honor de acompañar a los integrantes del Frente Nacional Campesino
a las Comisiones de Presupuesto y Agricultura en la Cámara Baja.
Sobre el final de las larguísimas jornadas parlamentarias todos sabíamos
que no se debatía una medida económica sino el poder mismo, el carácter
inamovible de Estado sólo en provecho de los grupos históricos del poder:
la democracia de los ricos o la democracia del pueblo. No es necesario que
deba recordarle, señor Vicepresidente, que la democracia muy pocas veces
sirvió a los intereses populares. Las pocas veces que tímidamente apareció
como herramienta de construcción de una sociedad módicamente menos
injusta, ese "establishment" golpeó con violencia. Así en 1930, 1955, en
1966, en 1976. Otras veces condicionando fuertemente el gobierno que
postulaba una pequeña parte de las aspiraciones democráticas, como en
Semana Santa de 1987. Para diciembre del 2001 el pueblo se hartó y pasó lo
que tenía que pasar: desenmascaró lo más envilecido de la política y
descubrió que hay una otra política, la que no espera prebendas, la que no
reconoce extorsiones, la que toma la función pública como un verdadero
acto de servicio. Esas jornadas asamblearias del 2001 posibilitaron la
elección de Néstor Kirchner y, luego, la sucesión de Cristina Fernández y
usted, Ingª Cobos.
Ese voto popular aspiraba y aún aspira a modestos actos de justicia
social, muy distante de los sueños inacabados, legítimos y enteramente
vigentes de una sociedad de nuevo tipo, donde la lógica de la ganancia, de
la riqueza individual, sea reemplazada por la lógica de una vida digna y
justa para todos, una sociedad por la que soñamos, luchamos y pervivimos
miles de argentinos y que aún no resignamos ni vamos a resignar.
Nadie duda que usted estuvo ante un dilema extremo para los tiempos
históricos que corren. Nadie duda que hacía falta una buena dosis de
coraje, nadie duda que su decisión no podía satisfacer a todos los
argentinos, nadie duda que el camino difícil era optar contra el poder
concentrado, nadie duda que en su lugar uno debería tener temores muy
fundados por la seguridad personal y de su familia. Más calmo ya que en
esa madrugada me detengo en una parte de su exposición donde usted hace
referencia a su familia. No hace falta acudir al saber especializado para
encontrar en la profundidad de esa alusión a los miedos humanos por la
represalia. No a una ilusoria represalia, sino al riesgo real y presente
sobre usted y su familia. Porque en estos ciento y pico de días vimos
quemar campos, desabastecer de alimentos por la fuerza a nuestro pueblo,
amenazar a diestra y siniestra a quienes se opusieron a los intereses
despiadados de los poderosos de la SOCIEDAD RURAL ARGENTINA, CONINAGRO,
CARBAP, FEDERACIÓN AGRARIA ARGENTINA. A pesar de los esfuerzos de ciertos
medios de difusión, socios de esa "patriada", no se nos escapa que "grupos
de tarea" anidan ahí nomás por debajo de los reclamos de los "pequeños y
medianos" productores del campo: los cortes de Tucumán estaban dirigidos
por las patotas de Bussi, el terrorista de estado, no de Buzzi de la FAA.
Los genocidas sueltos aun estaban y están incondicionalmente alineados con
el "campo".
Usted, señor Vicepresidente no podía no saber. Usted, Ingeniero Cobos,
pudo denunciar en su mensaje esta planificada organización de actos
criminales que extorsionan las instituciones de la Patria en una velada
analogía a los señores de la cara embetunada de Semana Santa del '87.
Usted pudo reclamar el esfuerzo compartido de todos los argentinos de bien
para asegurar su vida y la de su familia y allí íbamos a estar. Usted
señor Cobos pudo respetar el mandato que le otorgamos con nuestro voto,
pudo denunciar que la demora por el Gobierno en cumplir con los objetivos
mínimos de distribución equitativa de la renta se debe exclusivamente a la
empecinada tarea de esos grupos sediciosos, de los medios de prensa que lo
sostienen: no podían callarlo ni ocultarlo ni tergiversarlo, porque todo
el país estaba atento. Usted pudo ser la voz de los sin voz. Nadie le
pedía un sacrificio extremo, un combate desigual como el que debió
afrontar Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 en la Casa de la
Moneda. No voy a conjeturar qué otras ventajas personales habrían podido
encaminar su opción: no suelo hablar de lo que no se pudo probar aún, pero
en la íntima convicción de muchos argentinos quedó claro qué clase de
democracia funcionó en el momento de su voto, y qué clase de democracia
aspira nuestro pueblo. Qué clases de instituciones envilecidas y añosas
prevalecieron y qué clase de instituciones de hombres probos y dignos
soñamos miles de argentinos. Qué clase de palabras empeñamos cuando
firmamos un acuerdo de cualquier tipo y qué clase de palabra se empeña
cuando prevalece el temor, la mezquinadad y el oportunismo.
Usted, señor Vicepresidente de la Nación, sabe o debe saber que nos
condenó con su voto. Nos condenó al peligro del hambre, al riesgo cierto
de no poder abastecernos de alimentos a precios razonables a una amplia
franja social que sencillamente podría dejar de alimentase. Usted nos
condenó a volver a descreer de la política. Pero sepa que de la otra mano,
en la calle, hubo hombres y mujeres, organizaciones sociales y políticas
que construyen día a día la otra política, la del compromiso, la de la
entrega desinteresada, la del porvenir. Mis dos hijos adolescentes
lloraron como tantos otros, sufrieron por su opción, como tantos miles de
argentinos, la amplia mayoría que votó la fórmula presidencial que usted
integra. Ellos son muy jóvenes, sólo saben de mientas de la historia de
muerte y opresión que nosotros vivimos en carne propia. Pero tuvieron la
mejor lección de lo que debe ser un patriota comprometiendo hasta su vida
por la dignidad de su pueblo al que pertenecen. También lloramos con
ellos, pero la contención de una organización que no funda su construcción
en la prebenda ni el ascenso personal fue la otra cara de su voto. Ni la
bronca ni el dolor los llevaron a la respuesta posible, porque con una
dignidad y responsabilidad encomiables organizaron a sus jóvenes
militantes, los contuvieron y los prepararon para una larga lucha en la
que usted hubiera podido participar para quedar alguna vez en el
reconocimiento de la historia. No voy a dar nombres porque no es gente que
se sentiría cómoda con el elogio. Pero de esas filas pude ver en estos
días con mis propios ojos una Diputada de la Nación y un funcionario de
jararquía de su Gobierno viajando en tren como cualquier ciudadano, un día
que deberían descansar, después de cumplir sus tareas militantes con
entrega, formando a decenas de jóvenes en la lucha protagónica por los
derechos humanos, empeñando el dinero del Estado del modo más provechoso
para el destino que seguramente ellos protagonizarán. Esa gente también
está en su Gobierno, señor Cobos. Y ellos no hubieran optado como usted.
Es también cierto que usted, por estas horas, recoge la gloria de otra
gente que lo compara en coraje con el General San Martín. Tal vez haya un
equívoco generalizado, porque el General San Martín optó por su Patria,
por su pueblo, por la emancipación de nuestra América, luchó con su tropa
"hasta en pelotas" y murió pobre y olvidado por los antecesores directos
de los que usted apoyó con su voto de desempate en la madrugada del 17 de
julio.
Para mis hijos, ya serenos, podrán transformar el dolor en esperanza y
dedicación a una labor que lleva cinco siglos por liberarnos como pueblo.
En ese sentido, usted dio una lección ejemplar y, sin sarcasmo se lo
agradezco. Ellos aprendieron lo que no debe hacer jamás un hombre de bien,
ellos aprendieron que hay momentos en la vida en que el coraje se pone a
prueba, en que la lealtad se pone a prueba, en que la opción por los
débiles se pone a prueba. Muchos años estudié y trabajé, pero ningún
patrimonio les voy a dejar, salvo el saber que ayudo a construir día a día
y un legado de ética que aspiro a constituir con la fuerza del algarrobo.
El algarrobo, ese añoso árbol sagrado de los campesinos del campo profundo
de nuestro norte, de esos hombres y mujeres que se doblan todos los días
ante la tierra, que no cortan rutas ni desabastecen, ni envenenan la
tierra ni se enriquecen con la renta de la soja, y que con sus manos nos
van dando el fruto de su esfuerzo como nutriente día a día en la esperanza
de una gran Patria Liberada por la que intentamos luchar con firmeza y
coherencia, a pesar de las voces "únicas" de los operativos de prensa que
los silencian, de la zoncera y de la tilinguería de los que sólo ven en su
ombligo el mezquino porvenir de sus fortunas. Tal vez un día, señor
Vicepresidente de la Nación, pueda enmendar su yerro y caminar la historia
con los jóvenes, denunciando la conspiración que lo condicionó y que lo
tomó de sorpresa a favor de una humana debilidad que todos podemos padecer
en ciertas circunstancias.
En el silencio de la noche se escucha la voz de la conciencia y todos
tienen el derecho a entender, en el tiempo que sea, cuál es el camino que
conduce a la justicia y apartarse del oprobio de lo peor de nuestra
sociedad fastuosa y vacua. Ese cuarteto rústico que lo encarna y que
festejó su "gol" como habrán festejado los colonizadores, los ocupantes
ilegítimos de la tierra de nuestros pueblos orginarios en las Campañas del
Desierto exterminándolos. Estos señores por los que ud., Ingeniero Cobos,
optó son los protagonistas de una nueva "campaña" que amenaza esta América
mestiza que recupera en su identidad día a día las mejores tradiciones de
lucha por la justicia, encaminándose inexorablemente hacia la emancipación
y la Segunda y Definitiva Independencia. Tarde o temprano nuestros pueblos
vencerán, sencillamente porque tienen razón.
Usted, señor Vicepresidente de la Nación, tal vez, tenga la virtud de
reconocer sus propios límites en el empeño por la lucha justa y, entonces,
al menos ejercite el decoro derecho de renunciar a su eminente cargo que
los ciudadanos le encomendamos para alinearse sinceramente con los eternos
"dueños" de la Patria.
Un respetuoso saludo
Buenos Aires, julio 18 de 2008.

1 comentario:

Kaiser_K dijo...

Cuanta demagogia en algunas frases, cuanta mentira, ya paso un tiempo de eso y la publicación es ya algo pasada, pero comento igual.

Mucho ruido y pocas nueces vi, hablas de contaminar las tierras con los agroquímicos, algo que me parece muy mal de ningún modo se puede permitir el uso de esos productos, pero no nombras los atropellos ecológicos que comete el gobierno que defendes. El "glorioso" movimiento pseudo progresista al que defendes tiene sus negociados con la minería, con la pesca, con el narcotráfico pero no criticas nada de eso.

Para ser académicamente correctos tendrías que nombrar ambas verdades. Yo no creo en la partidocracia reinante de mi país, a esto le llaman "democracia" lo único democrático del sistema son las formas, es decir poder emitir el voto, ¿pero si no hay opciones potables que tiene que hacer el pueblo? pues lo que se ha convertido en una constante, "votar al mal menor". Un gobierno que dice llamarse peronista tiene lo que yo tengo de samurái, NADA.

No estoy con el campo, repudio las mafias que gobiernan este país desde el sector que provengan estas mafias, no tengo miedo a repudiar a los MAFIOSOS. Esta gente esta en todos lados, en todos los partidos políticos, en todos los sectores de la sociedad, donde hay un negocio rentable ya aparece una mafia.

No se si sean mafiosos ustedes o no, a lo mejor son ilusos que siguen creyendo en los discursos demagógicos de la partidocracia local. Dejen de mentir el sistema dista mucho de llamarse "democracia", podríamos llamarlo "plutocracia" o mejor "corporatocracia". Si eso es mas certero.

No creo en el campo, como tampoco creo en el gobierno (que también tiene un grupo de amigos empresarios que tienen campos, dueños de poderosas multinacionales, hay algún norteamericano y algún australiano metido en eso).

Basta ¿no se dan cuenta? la gente no les cree mas, pero lamentablemente solamente no les cree a ustedes, probablemente las próximas elecciones las pierdan y gane la oposición y ganara por creerse que son el mal menor. Malditos aristócratas, demócratas, traidores a la patria con este sistema están llevando a las ruinas a la gran nación Argentina.

Hay cosas que me enferman y me dan repugnancia, una de ellas es la puta partidocracia, se matan entre ustedes para tener el control sobre nosotros, les importa un carajo todo. Traidores, Hipócritas, el verdadero pueblo Argentino reclamara sus cabezas algún día y tendrán que rendir cuentas de todos sus actos de corrupción, esos actos que atentaron contra el más puro ideal, el ideal de libertad del General Don José de San Martín y otros tantos patriotas que dieron su vida para que nuestra nación sea libre. Es solo cuestión de tiempo para que destruyamos esta mentira con nuestras propias manos y refundemos una nación que debería ser potencia mundial. Seremos la Gran Maravilla autosustentable y ningún interés mezquino de nuestros enemigos (gobiernos o corporaciones) extranjeros podrá evitar eso.

Un saludo y dejen de MENTIR, muchas gracias.